jueves, 3 de marzo de 2011

CUANDO EL PARTIDO SE DECIDE
EN EL ULTIMO NINUTO
(Articulo de Fernando Garzón)
14 Septiembre-2009

Imaginemos un partido que entra en su último minuto con un marcador
empatado. Uno de los equipos, no importa si el local o el visitante, ha sido
advertido con anterioridad para que los acompañantes de equipo situados en el
banquillo no se levanten a protestar o celebran las buenas acciones de sus
compañeros saltando en demasía o incluso entrando en la pista un metro. Pues
bien, en esos instantes decisivos un jugador de ese equipo logra convertir un
lanzamiento de tres puntos. Obviamente, todo el banquillo se levanta brazos en
alto, celebrando esos puntos cruciales, incluso entrando varios componentes
medio metro en la cancha. Como árbitro, ¿sancionarías una falta técnica al
banquillo por ese comportamiento, teniendo en cuenta que ya habían sido
advertidos?

Habrá quienes digan que SI, pues los árbitros han de hacer cumplir las
reglas, más aún si ya se ha amonestado este comportamiento. Otros dirán que
NO, que dicha reacción es algo lógico en el fragor del encuentro. Algunos
argumentarán que la decisión del árbitro no decide el partido, sino que son los
propios componentes de ese equipo quienes se lo han buscado. Otros, por el
contrario, acudirán al espíritu de las reglas y a la lógica y al sentido común que
rigen por norma general nuestros comportamientos sociales.

Obviamente, pueden darse casos muchos más dramáticos que todos
queremos evitar. Todos los finales de partido apretados tienen algo en común:
cuando el reloj baja inexorablemente, las emociones fluyen con mucha facilidad,
jugadores, entrenadores, seguidores… todos ellos entran en un estado de
tensión especial, con las connotaciones propias del papel que desempeña cada
uno de ellos. En alguna ocasión he oído a jugadores y entrenadores decir que el
resultado no es un asunto de vida o muerte, sino que es más importante aún.
Cualquier decisión que adopte el equipo arbitral, ya sea una pitada o una no
pitada, se verá como decisiva para el desenlace.

Si lo pensamos con serenidad, sabemos que no es así: las decisiones de
los árbitros en estos instantes finales no deciden el ganador, sino que este es
una suma de las decisiones tomadas hasta entonces y, sobre todo, aunque
suene a Perogrullo, de los puntos conseguidos por cada equipo. Existen
estadísticas que muestran que el equipo con mejor porcentaje de tiro gana en el
85% de las ocasiones y, otro dato interesante, que el 68% de los equipos
vencedores ha cometido más faltas que su rival. Obviamente, estos fríos datos
se diluyen en el momento final de un encuentro ajustado. Sin embargo, sí es
cierto que los árbitros deben adoptar decisiones que en ocasiones resultan
determinantes… o así son vistas.

A los árbitros les ocurre como a los jugadores: hay algunos que tienden a
evitar las responsabilidades del minuto final. Los buenos árbitros poseen la
capacidad de adoptar la decisión correcta en situaciones apretadas y, lo que es
más importante, creen en sus decisiones con convicción. Es fundamental que el
árbitro permanezca sereno, controlando la situación y que muestre consistencia
con el fin de aguantar la presión del último minuto. Veamos estas tres
características fundamentales.


SERENIDAD

El árbitro no ha de mostrar signos externos de presión, nerviosismo o
excitación, sino que ha de transmitir una imagen de completa serenidad, aunque
el corazón esté latiendo a un ritmo frenético. Eso lo sabe él, nadie más. Sentir el
juego no implica gesticular, hacer un uso excesivo del silbato, transmitir tensión.
No hay que añadir más leña al fuego propio de estos instantes finales. ‘Cabeza
fría, corazón caliente’. Y esta capacidad de mantenerse sereno puede ser algo
innato a una persona o también puede trabajarse paulatinamente. Normalmente
la experiencia es un grado en estas lides, pero no podemos agarrarnos
únicamente a ella, hay que trabajarlo día a día, partido a partido. Y siempre con
el hándicap añadido del esfuerzo físico desplegado a lo largo de los minutos
precedentes. El oxígeno ha de llegar al cerebro.

Los árbitros han de esforzarse en conseguir evitar cualquier distracción y
centrarse únicamente en lo que tienen entre manos: el partido. Distracciones
que bien pueden ser externas (tensión de los participantes, presión del
público…) o internas. Con el paso del tiempo, parece que las distracciones
externas han conseguido dominarse casi por completo. Pero ¿ocurre lo mismo
con las internas? Esos pensamientos que a veces recorren nuestra cabeza, que
provocan distracciones fatales, que hacen que no estemos completamente
centrados en el juego, jugadas o decisiones que vuelven a nuestra mente como
si quisieran cegarnos o dificultarnos el buen juicio. He ahí el trabajo que hay que
realizar: conseguir tener bien encerrados esos pensamientos, esas ráfagas que
en ocasiones acuden a la cabeza, y sólo permitirlas salir una vez finalizado el
partido, con el fin de analizar nuestro trabajo. Esto también se entrena, con
concentración y confianza en nuestras posibilidades, transmitiendo a los demás
que no es algo nuevo, que estamos acostumbrados a un final apretado, que no
nos afecta en nuestra capacidad de trabajo.









CONTROL

El árbitro tiene que conseguir que, al final de un partido, este ya esté
controlado. Pero no sólo el partido, sino que sus emociones también deben
estar bajo control. Hay que interiorizar y asimilar que una falta o una violación en
el último minuto tiene la misma importancia que en el inicio, aunque no nos lo
parezca, especialmente por la repercusión que puede tener. Sin embargo,
nosotros debemos ser conscientes de este hecho y adoptar las decisiones
finales con la misma calma y seguridad en ellas que la mostrada en los minutos
precedentes. En ocasiones, la credibilidad en una decisión final se ve mermada
por la manera en que la adoptamos.

¿Cómo conseguir controlar nuestras emociones? Cada maestrillo tiene su
librillo, pero algunas de las más empleadas son:

Respirar profundamente y hablar con uno mismo en los momentos
de balón muerto.
Aprovechar los tiempos muertos para afianzar la confianza del
equipo arbitral.
Visualiza, cuando el juego se ralentice o detenga, las posibles
jugadas o puntos de conflicto para estar ya preparado.
Aprovecha los segundos de descanso para pensar en positivo: no
es la primera vez que te ves en una de estas.
Pero recuerda poner en práctica estos (u otros) consejos cuando
no afecte al desarrollo del partido: tiempos muertos,
sustituciones, congelado…



CONSISTENCIA


Podemos definir la consistencia como la uniformidad en la toma de
decisiones: lo que antes era punible, ahora también lo es. Lo contrario a la
consistencia son las decisiones extrañar, fuera de lugar, que están en
disonancia con todo el trabajo anterior. Decisiones que no se entienden.
Mantener la línea de arbitraje sin vaivenes. A veces los entrenadores piden a los
árbitros que no adopten decisiones que decidan el partido. Sin embargo, si no
se toman, también pueden inclinar la balanza. Las decisiones hay que tomarlas
con coherencia, consistencia, sentido común y lógica. Si tenemos este punto
claro y creemos en nosotros mismos, una decisión lógica, consistente y
coherente es la única que un buen árbitro puede adoptar. Sin injerencias,
externas o internas (nuestra cabecita a veces nos juega malas pasadas),
siempre dentro de la línea marcada, con coraje y sentido común.
La consistencia es la clave de un buen arbitraje. Un árbitro, tras
establecer y marcar desde el inicio la línea que se va a seguir, debe
mantenerse firme, siempre con la capacidad de identificar qué está ocurriendo
sobre la pista, qué fase está atravesando un partido, qué es lo más necesario
para el buen devenir del encuentro.

Obviamente, no todo el mundo estará satisfecho tras el bocinazo final. En
ocasiones incluso se nos recriminará amargamente nuestra labor. Pero si
nosotros estamos convencidos de haber obrado bien, siguiendo las pautas
marcadas por el reglamento, las interpretaciones y el sentido común, estas
situaciones nos servirán de experiencia, de crecimiento personal y deportivo. Si
tenemos la conciencia tranquila porque hemos dado el máximo, porque hemos
trabajado con convicción, porque hemos intentado llevar a cabo nuestra labor
con el mayor respeto hacia el baloncesto, podremos dormir tranquilos. Y al día
siguiente, sólo nos queda analizar nuestro partido, buscar puntos de mejora y
hacer uso de todo lo vivido para ser aún mejores árbitros,

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